Un tanto posteriores y sofisticadas a las precedentes castreñas, muy al uso por estas latitudes por razones obvias, que, en épocas de inestabilidad, pues ya se sabe…
Y buenas referencias que tenemos aún de las mismas, restos arqueológicos incluidos, que si bien por oscuras razones que no viene aquí al caso traer a cuento, ni se habla de ellas cuando de asentamientos prerromanos locales se trata, haciendo tan solo una muy somera mención a los asentamientos castreños “dizque” principales de La Ciudadela de La Riera y el Castru de La Villeda sin más, obviando sin venir a cuento los vecinos poblados – no sé por qué menos principales - de La Tura y Miravete en Pernús, La Capilla en Pivierda, El Castillu de Sales, El Castiellu Lue, El Paladru en Raiceu, El Cotaxu en el Esllabayu, o el Tucu en Loroñe sin ir más lejos, y aun quedan, pero en fin…
No obstante “pecata minuta” fueron estos estadios de inestabilidad castreña comparados con los posteriores a la “Pax romana” debido al proceso de feudalización que siguió raudo e imparable al desmoronamiento de las estructuras Bajo-Imperiales, cuya concreción más evidente por estos lares lo tenemos en “La Villae agrícola de La Isla” en cuyo núcleo principal ya hay noticias de la primera fortificación de carácter militar, que no es otra que la TORRE DE GÜERRES, de la que aún quedan por ahí localizados, aunque dispersos y esparcidos por el entorno próximo algunos notables restos arqueológicos, pero de la que pocas noticias fidedignas pueden extraerse, tan solo vagas referencias de supuestos “eruditos” no demasiado fiables, pues cada uno conjetura dispares teorías, un tanto fantasiosas y elucubrantes; muy poco útiles en definitiva.
Pero ni esta TORRE DE GÜERRES, ni la tan mencionada TORRE DE COBIAN, en el mismo ámbito de la “Villae agrícola de La Isla” son, ni mucho menos los bastiones más señeros durante los conflictos que surgirán con posterioridad, con protagonistas de la Casa de Trastámara por supuesto, que bien es sabida la afición de esta noble estirpe de tirarse los trastos a la cabeza entre ellos -buenos pájaros todos – a pesar de que la Historia , caprichosa ella, haya estigmatizado a algunos y beatificado a otros, así que casi mejor no mencionar en demasía a la tan beatificada y hagiografiada Católica Reina que todos ustedes saben, y menos aludir para nada al aliño de las truchas (dicen que una sola, pero bien condimentada por Pacheco, eso sí) que se zampó el pobre Alfonso el Inocente en Cardeñosa – que para eso tenemos ya la inestimable ayuda de los Hijos de La Gran Bretaña que son muy dados a esparcir y con notable gusto todas esas milongas, y más si se terciaran; ya saben…
Así pues, es aquí en la época de las disputas de poder de los Trastámara y sus líos familiares y dinásticos donde debemos centrar nuestro enfoque si queremos alumbrar un poco el asunto de las fortificaciones militares locales que fueron bastiones principales durante ellas, pues si bien la puebla de Colunga se hallaba un tanto estigmatizada por las limítrofes de Ribadesella y Maliayo más prósperas y con un alfoz bastante más importante, ello para nada quiere decir que no fuera un territorio bien codiciado donde ya se dejaba sentir la influencia de los grandes dominios eclesiásticos, así como del Cabildo Ovetense que aun contaba con derechos propios en Colunga durante la postrera Edad Moderna
Con el ascenso social de la aristocracia laica, poco tardó el Concejo en caer en sus manos.
A comienzos del siglo XIV el Rey Fernando IV de Castilla lo dona a su fiel servidor Suer Alfonso Beltrán, incorporándolo posteriormente a sus territorios por compra el poderoso magnate D. Rodrigo Álvarez de Las Asturias.
A la muerte de D. Rodrigo, puebla y Concejo, pasan a Enrique de Trastámara, futuro Enrique II de Castilla a quien no se le ocurre otra que testarlos a su hijo bastardo, el Conde Don Alfonso, feroz protagonista de continuas rebeliones contra la autoridad real y de ahí vendrían buena parte de las continuas algazaras, grescas, reyertas y follones nos que acometerían con saña con posterioridad.
La sangrienta derrota final del Conde D. Alfonso, tuvo como consecuencia la reversión de la mayor parte de las tierras de Alfonso Enriquez a la Corona, entre ellas las de Colunga.
Y es en este contexto histórico de luchas de poder e inestabilidad social donde debemos situar las referencias a las Torres y fortificaciones militares de las que aunque no tengamos fidedigna constancia, como de otras muchas cosas, fueron principales protagonistas de esos conflictos, y que se refieren principalmente a la TORRE DE LA POLEDURA, en la antigua parroquia de San Vicente de Los Prados, luego de Sales y ahora de San Juan, y de la que muy pocas referencias tenemos, aunque alguna sí que hay de sus señores dueños Los Poladura, titulares aun ahora del Palacio de San Juan en la Parroquia del mismo nombre.
Otra sería la TORRE DE GOBIENDES, esa que tienen ahí en la fotografía, bien conocida y conservada aún en la actualidad con las construcciones posteriores que se le fueron añadiendo dando lugar al Palacio actual, del que sí que se tienen importantes noticias de todo tipo, poderoso bastión residencia en su día incluso del Inquisidor General del Oriente de Asturias y morada principal del Señor del Coto Jurisdiccional de Carrandi, incorporado como saben hace cuatro días como quien dice al actual término municipal de Colunga.
Y aunque nada puede asegurarse, pues las alusiones aquí si que son escasas, aunque no las leyendas populares, el CASTIELLU CRISTIANO MEDIEVAL DE LA ISLA, herencia del Conde Piñolo y Doña Aldonza, hija de Munio Roderici (El Can) o lo que quedara de él, fuera quizá una de las fortificaciones militares protagonistas en esas disputas, y aunque no se sepa demasiado bien a quien pertenece en esa época lo que si se sabe de cierto es que esos dominios del Conde Piñolo habían sido objeto de permuta mucho tiempo atrás en los tiempos del Rey Bermudo a cambio de las posesiones necesarias para fundar el monasterio de Corias por el Conde y su mujer Doña Aldonza.
Y bueno, estas son a grandes rasgos y sin demasiadas luces que las alumbren – la verdad - las fortificaciones militares medievales de referencia por estos lares durante los conflictos de los Trastámara de las que ahora tan solo se conservan leyendas y algunas escasas y escuetas referencias bibliográficas de cuya lectura pocas conclusiones pueden extraerse, a no ser esa que les muestro ahí de la TORRE DE GOBIENDES, que sí que nos aporta documentación y presencia fundamental para entender un poco esta inestable y peligrosa época que vivieron nuestros antepasados.
No se olviden de hacerle una visita, pues aún pueden verla ahí, soberbia y perenne en todo su esplendor.
En el lugar de Loja, parroquia de San Juan, término municipal de Colunga en el Principado de las Asturias de Oviedo, Reino de España a dos días del mes de Noviembre del año de dos mil y veinticuatro del Nacimiento de Nuestro Señor, que EL nos ampare, compuso este libelo el ocioso Lcdo. D. Omar Pardo y Cortina, leal súbdito del Rey Legítimo y fiel siervo de Dios, que bien saben ustedes ya que:
“EL QUE NON TIEN QUE FACER MATA MOSQUES CON EL RAU”
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