Por Inaciu Iglesias, en El Comercio

Mi mujer y mis hijos se ríen de mí porque, según ellos, cuento chistes muy malos que además, dicen, me invento. Y bueno, puede que tengan algo de razón; pero es que no son chistes, son historias.

Y, ya que estamos, les voy a contar una: la del caballo. Verán, un grupo de personas se reúne cada mes para hacer negocios. Un día llega uno diciendo que acaba de comprar un caballo estupendo: fuerte, noble, dócil; de lo mejor. Pero, por circunstancias, lo tiene que vender. Así que, si a alguien le interesa… Y, efectivamente, alguien se lo compra. Al mes siguiente, el comprador empieza a contar, delante de todos, que el caballo es un desastre, un vago que no hace más que comer y tiene muy mal carácter… Y que quiere deshacerse de él, pero ya. A lo que el primer vendedor le contesta: «Vale. Pero tú sigue hablando así del caballo, ya verás lo bien que lo vendes».

La multinacional Danone se va del Concejo de Salas después de cuarenta años. Y nosotros, para no variar, seguimos hablando mal del caballo. Que, por si no lo habían entendido, somos nosotros mismos. Cuatro décadas llevamos en nuestro pequeño y verde país quejándonos de todo: de la crisis permanente, de los ricos herederos, del estado del bienestar, del desmantelamiento industrial, de lo poco que pintamos y de los malos gobernantes que tenemos. Y no queremos ver que eso somos nosotros; ese es nuestro caballo: esa es la gran estafa asturiana.

De toda la vida, si es una apuesta, no es segura; y si es segura, no es una apuesta

Otra historia digna de contar. Verán, unos señores muy preparados nos asustan con que aquí no podemos competir, ni invertir, ni emprender, ni trabajar, ni extraer carbón, ni trasformar leche, ni pescar peces, ni producir acero, ni aterrizar aviones, ni traer trenes, ni construir barcos, ni reparar argayos, ni sacar oro, ni plantar arbeyos, ni hablar bable, ni asfaltar carreteras, ni nada de nada de nada. Porque estamos muy lejos de todo y somos muy poca cosa y cuando hacemos túneles hay mucha agua en las montañas o hay muchas montañas en el agua o yo qué sé. Y, entonces, esos mismos señores nos cuentan que ya están ellos para pensar por nosotros y conseguir unas ayudas y unos proyectos y unas subvenciones increíbles de los ‘new generation fondos estructurales wtf on the line’. Y nosotros les creemos. Y les dejamos gobernar. Y cuando, una detrás de otra, las personas, las familias y las empresas se van y se van y se van, los mismos señores nos riñen diciendo que es todo culpa de las malas compañías, que son unas avariciosas y no hay quien las entienda. Y es que cuando vienen inversiones es mérito del Gobierno. Y cuando se van es culpa del capitalismo. Así explican la realidad los mismos que dicen, textualmente, que Asturies es una «apuesta segura» para invertir. Cuando no lo es. Por pura lógica. De toda la vida, si es una apuesta, no es segura; y si es segura, no es una apuesta: el riesgo es lo que define una inversión. Y por eso el que tenga un mal perder, no acepte el fracaso o no sepa organizar una retirada, que no se meta a invertir, que deje a los emprendedores emprender y que no estorbe con discursos negativos que no animan a nadie.

Voy a seguir hablando bien de los empresarios. Incluso de los que se van, porque hay mucho que agradecerles

Y por eso yo voy a seguir hablando bien de los empresarios. Incluso de los que se van. Sobre todo de los que se van. Porque es mucho lo que les tenemos que agradecer.