Breve síntesis biográfica de: DON BENITO de FORCELLEDO y TUERO (1.803 – 1.858) ilustre vecino de la parroquia colunguesa de Libardón
COLUGUESES ILUSTRES
Breve síntesis biográfica de:
DON BENITO de FORCELLEDO y TUERO (1.803 – 1.858) ilustre vecino de la parroquia colunguesa de Libardón
EN POSESION DE LA CRUZ DE CARLOS III
Y DE LA GRAN CRUZ DE LA
ORDEN DE ISABEL LA CATOLICA
Fue D. Benito de Forcelledo y Tuero un cristiano nacido en la colunguesa parroquia de Libardón, el doce de Enero de 1.803, en el seno de una modesta familia de la localidad que ya desde su más tierna infancia manifestó una inusual capacidad para el estudio que no pasó desapercibida para el párroco, el maestro y otros notables de la localidad, que hicieron todo lo que estuvo en su mano con el fin de preparar al muchacho para iniciar con las debidas garantías cuando fuere menester los estudios de Filosofía en el Seminario de León, que a la postre acometería con gran brillantez a la edad temprana edad de quince años y que para nada defraudó – bien al contrario - la confianza de sus protectores obteniendo la calificación de Sobresaliente.
Tras esos años en el Seminario Leonés y dado su alto rendimiento, es propuesto para iniciar estudios de Leyes en Madrid en la Universidad Central, con tal aprovechamiento que sin más dilación – algo muy inusual - fue nombrado Secretario de Cámara de la diócesis de Málaga a petición de su Obispo D. Fray Rafael Martínez, actividad que combinó dada su inagotable capacidad de trabajo con los estudios de Teología en aquella localidad.
En el año de 1.827, habiendo muerto su ilustre protector, fue llamado por el Excmo. Sr. D. Manuel Fernández y Varela, comisario general de la Santa Cruzada y gran amigo del difunto prelado, honrando a D. Benito con muchas distinciones y encomendándole importantes trabajos y complejas comisiones relativas al delicado asunto de su competencia.
A pesar de tantas ocupaciones y responsabilidades, no olvidó D. Benito sus inconclusos estudios de Teología los que continuó con la brillantez de costumbre en el afamado Colegio de Santo Tomás de Madrid, destacando de tal modo que a propuesta de aquel claustro fue nombrado miembro de la Real Academia de Teología, algo reservado tan sólo a eruditos de mucho calado.
Pocos años después y dada su aureola de hombre capaz, íntegro y de recto proceder, es llamado por el Arzobispo de Santiago, Fray Rafael de Vélez nombrándole en Mayo de 1.837 gobernador del Arzobispado con omnímodas facultades, puesto de muy alta responsabilidad que ocupó hasta 1.840 en que a consecuencia de los sucesos políticos acaecidos fue desterrado a Oviedo.
Al poco tiempo volvió a la ciudad compostelana donde permaneció hasta el año 1.848 en que nombrado por la Reina Isabel II su capellán de honor, tuvo que trasladarse a la Corte siendo agraciado con la Cruz de Carlos III que constituye el modo ordinario de entrada en tan distinguida Orden establecida por el Rey con el lema “Virtuti et merito” con la finalidad de condecorar a aquellas personas destacadas por sus buenas acciones en beneficio de España y de la Corona.
A finales de 1.851, fue presentado por S.M. para la silla episcopal de Urgell, dignidad a la que Forcelledo renunció en sucesivas instancias, mas presentado de nuevo a principios del siguiente año para a silla de Astorga, no pudo eludir ya la responsabilidad, siendo preconizado en el Consistorio el 18 de marzo de 1.852 y consagrado el 13 de Junio siguiente en la Real Capilla del Palacio de Aranjuez, apadrinándole en nombre de S.M., el Excmo. Sr. Conde de Pinohermoso.
Tan pronto como tomó posesión de su diócesis y fiel a su costumbre, cifró todo su empeño en labrar la felicidad espiritual de su rebaño, iniciando grandes reformas en el seminario y fundando el Boletín Eclesiástico, el segundo de su clase en antigüedad y en donde aparecieron las exposiciones que dirigió a los altos poderes del Estado en defensa de los intereses de la Iglesia.
Visitó en tan solo cuatro cortas temporadas 611 templos y ermitas, pronunció 469 pláticas y confirmó 104.337 personas. Reanudó sus trabajos apostólicos en 1.858 recorriendo los arciprestazgos de Galicia y de paso llegó a Santiago con objeto de asistir a la consagración del Ilmo. Sr. D. Fernando Blanco preconizado para la silla de Ávila. Llevaba recorridas 30 parroquias de su distrito, cuando el 10 de Junio se dirigió a la Iglesia de San Martín de Manzaneda, donde después de confirmar, con penosa angustia cerca de 700 fieles, hubo necesidad de conducirlo al lecho, muriendo a los 9 días víctima de una fatal pulmonía.
Contaba a la sazón 55 años y tan sólo un mes antes por Real Orden de 19 de mayo, Su Majestad la Reina le había concedido la Gran Cruz de la Orden de Isabel la Católica, creada por el Rey Fernando en 1815 (Real y Americana Orden de Isabel la Católica) que desparecido su objetivo primario tomó el nombre de Real Orden de Isabel la Católica, a fin de premiar aquellos comportamientos extraordinarios de carácter civil que redunden en beneficio de la Nación o que contribuyan de forma relevante a favorecer las relaciones de amistad y cooperación de la Nación Española con el resto de la Comunidad Internacional.
Su cadáver, embalsamado por dos facultativos y el farmacéutico de la Puebla de Trives, fue trasladado a la capital de la diócesis, donde después de estar expuesto tres días y haberse celebrado solemnes honras fúnebres, se le dio cristiana sepultura el día 28.
Tal fue en resumen la vida del sabio y virtuoso prelado libardonés, orgullo de tierra que murió mártir de su virtud y celo religioso a la temprana edad de 55 años.
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